domingo, 28 de diciembre de 2014

¿Nos sobra nuestra Constitución?

http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Spanish_Constitution.djvu?uselang=es
No sé si saben que nuestra Constitución es el texto constitucional progresista que está echando más años con vida en España, y una de las más extensas de Europa. También les diré que fue el exalcalde de Madrid, el profesor Tierno Galván, quien redactó el Preámbulo de nuestra Carta Magna, y el Nobel Camilo José Cela el que revisó gramaticalmente el texto constitucional definitivo. Nuestra Constitución fue ratificada por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978 con el 88,54% de los votos a favor, y una abstención del 32,89%. Curiosamente, en Cataluña se ratificó con los votos a favor del 90,46%.

¿Qué nos garantiza? Nos garantiza el principio de legalidad, es decir, que todo poder público debe de estar sujeto a la ley y no al capricho de algún iluminado; la jerarquía normativa, es decir, que una ley de rango inferior no puede vulnerar ni contradecir una ley de rango superior; la publicidad de las normas, es decir, hasta que no se publican en el Diario Oficial y así poder todos conocerlas, no podrán aplicarse; la seguridad jurídica, es decir, las garantías que ofrece el estado a las personas y a los bienes de que el derecho no será violado; la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales, es decir, que no pueden sancionarnos con normas que entraron en vigor después de haber cometido algún delito; etc., etc.. Hermosas garantías para prevenir que el derecho a la libertad, a la propiedad, al libre acceso a la información, al cumplimiento de las leyes, etc., no sea comprometido arbitrariamente.

Existen derechos en nuestra Constitución que se prestan a la demagogia, por ejemplo, el derecho a una vivienda digna, y aunque es un derecho universal que no se puede negar a nadie, hay quien lo vende sólo como régimen jurídico de propiedad, no echando mano de otro régimen como el de alquiler o arrendamiento, o cualquier otro que permita el disfrute de una vivienda sin comprometer, por ejemplo, el mismo derecho de la propiedad, ya que corren vientos donde se habla de expropiar a todo infeliz que comprometió su esfuerzo y su trabajo durante años en el pago de una segunda vivienda, que no suele usar habitualmente, para que otros la disfruten, supuestamente porque la necesitan. Expropiar los bienes de los demás suena muy bien en los ámbitos próximos a la izquierda más rancia de Europa.

¿Nos sobra todo esto? Modificar algún punto de la Constitución no es ningún espanto, de hecho ya se hizo, por ejemplo, con el artículo 135, pretendiendo garantizar así la estabilidad presupuestaria, evitando que la megalomanía del poder lleve a nuestros políticos a dilapidar alegremente el dinero de todos, comprometiendo la solvencia económica de generaciones futuras. Lo que no es de recibo es apelar a un nuevo orden constituyente desdeñando el que tenemos porque nuestra Constitución, resultado de una transición “inmodélica” de la dictadura a la democracia, todavía no acabó de eliminar el tufillo fascistoide que heredó del franquismo. El populismo se pronuncia en estos términos porque en realidad pretende alienar económica y políticamente a una sociedad dentro del marxismo radical en el que se asienta, llevando consigo comprometer la libertad económica, y hasta donde yo conozco, conllevaría así comprometer la libertad política. No me extrañaría, porque siempre se puede apreciar en el pronunciamiento político del populismo un velado recelo a la democracia representativa que tenemos, y está claro que cualquiera que no entienda sus maravillosas propuestas está imbuido de una ideología ciega a la realidad que ellos perciben, haciendo hincapié en que la Constitución que tenemos fue un cambalache entre las élites gobernantes, y no un texto que surge de esa democracia “real” a la que siempre apelan, la que va de abajo hacia arriba, y no “al revés”. Por supuesto, el adversario político, "heredero de ese pelaje fascistoide que caracterizó la dictadura", no tiene ningún arraigo democrático, je, je, faltaría plus. En fin, tengo la convicción de lo que hay detrás del populismo no es ni más ni menos que un cambio radical de nuestra sociedad, comprometiendo la libertad económica y política, pretendiendo cambiar nuestra Constitución para perpetuarse en el poder, alejándonos de nuestro ámbito natural, de esa Europa que tanto bienestar y libertad nos aporta, condenándonos a una crisis total de envergadura antológica, desconocida hasta ahora. Alguien dijo no hace mucho que el populismo ama tanto a los pobres que los multiplica.

En fin, sentí la necesidad de escribir esto porque, como ciudadano anónimo, todos esos delírios demagógicos que esbozan algunos son para mí un insulto a la inteligencia, que están calando sobremanera porque el populismo está encauzando hábilmente a su favor los duros episodios sociales que generó la crisis y la desconfianza social hacia nuestros políticos, y aunque muchos de ellos incurrieron en tropelías impropias de su condición, comprometiendo la confianza depositada por los ciudadanos, no es razonable apelar a ello para dilapidar un patrimonio democrático que tanto bienestar y libertad nos permitió disfrutar a lo largo de casi cuarenta años.

Defender nuestra Constitución no está de moda, pero a mí el populismo no me cuela su demagogia.

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